HUGO CAAMAÑO O LA ALTURA DE LOS HECHOS



"Preparativos. Las virtudes de la prosa: verdad, desnudez, economía, eficacia, fijadas como meta del poema: verdad, desnudez, economía, eficacia. La peculiar autenticidad de la buena prosa aligerando de divagaciones cualquier proyecto de poema, recordándonos indirectamente que el poema es, además de un objeto, una experiencia moral".

Alberto Girri, poeta argentino (1919-1991).
De "Diario de un libro"- 1972- Obra poética III, Corregidor (1980).




Uno sabe cuando está a punto de escribir sobre alguien que hay un valor en ese autor que no es posible definir. Si desde un principio uno considera esta suerte y le advierte al lector que no espere una lectura sagaz ni exenta de compromiso, es necesario que el lector lea un poco al autor en cuestión. No se trata de un modo de discernir la poesía sino de promoverla.

La presencia de este hombre, hoy aquí, se reduce a cuestiones muy simples: es un nombre que no se repite. Tampoco vamos a reducir al signo de lo novísimo como una cualidad necesaria para ser tenido en cuenta. Hugo Caamaño es cordobés, nace en 1923. Vive en Buenos Aires o lo intenta como se deja entrever, en sus textos. De las noticias que no llegan queda esta antología editada por Alción en 2007. De esta edición son todos los poemas citados.

Haber nacido en 1923 y publicar desde 1953 deja un recorrido bastante amplio para considerar en la historia de la poesía argentina. (Ya lo sé, muchos dicen que tal historia no existe pero aquí hay un autor que dice ser argentino y escribe poemas y hace proposiciones.)

En términos estilísticos, palabreja, podría situarse a Caamaño en la vertiente de la poesía social o política; aquí mismo no quisiera incomodar a nadie con anacronismos pero bien vale recordar que esta clasificación, asociación o acercamiento, es un desprendimiento de las vanguardias. Los temas (la historia; la política; la ciudad, como espacio de alienación; La crítica al consumismo; al sistema social) lo definirían pero leer un poema donde el azar es un ejercicio lírico que confía en lo que dice como en lo que descubre nos acerca hacia una mirada excéntrica de las cosas. Esta "desubicación" está dada esencialmente por el trabajo con la palabra: su lengua poética, las palabras que elige, atraviesan el espacio de las convenciones.

No hay nada de impersonal en Caamaño. Sabe algunas cosas, intuye otras pero no deja de percibir que hay un orden. La historia, para estos corazones, aun es un lugar habitado por lo descifrable.

Al no haber temas ni palabras poéticas (otra resolución de las vanguardias) esto quiere decir que todo es materia poética y la palabra, allí, podría recuperar su dimensión de establecer vínculos. El poema no es solo lo que dice sino aquello que no dice, que no puede alcanzar. Esta conciencia de los límites hace de la tarea de escribir un problema del origen y el sentido, de lenguaje y propone, Caamaño, una superación de las contradicciones ejerciendo el oficio del testimonio. "No soy un dios. Pero habitar esos departamentos de un ambiente, en un décimo piso;... sobrevivir en la resonancia de las calles de una ciudad casi infinita, donde la primera condición de existencia es el hambre de posesión de objetos y el odio por lo abstracto... no deja de ser un milagro semanalmente renovado del que soy responsable, que debo anotar además, y, si es posible, publicar." (pág. 215) Aquí lo social y su faceta más intrínseca, lo político - las condiciones que determinan nuestras maneras de relacionarnos y convivir-, no es solo un juego de palabras que discrimine las culpas. Estos poemas confirman que el tema no es sólo una variable del poema, ni el fondo es un valor estético, estático.

La originalidad, madre de los condicionamientos, no es un lugar que persiga.

No nos equivoquemos con Caamaño, él es un desengañado. Cree en pocas cosas. La poesía lo mantiene a flote porque es un espacio que aún le brinda aquello que las instituciones mutilan: la libertad de acción. Esta "materialización espiritual" que se acerca al desapego, es la razón más profunda que uno puede verificar en sus textos. Esta libertad pelea en cada margen del poema contra la abulia, el escepticismo, la derrota, la finitud, lo paradójico, las contradicciones. De esta lucha, sus consecuencias, hace Caamaño, sus poemas.

Caamaño es contemporáneo porque su humor - es decir los arrestos "espirituales" que se filtran en sus textos - usa la ironía, el desprejuicio gramatical (la prosodia), lo paródico de las convenciones, la turbia confianza en la razón y sus helechos - la acumulación de bienes, el saber científico, el progreso tecnológico- como herramientas para superar una materia que es difícil de atravesar con los datos que están dispersos o quedan abandonados.

En toda su obra pueden encontrarse interlocutores que el bate considera válidos: La Poesía, La Historia, El Pueblo, El hombre y una insistencia que desafía las clasificaciones: La Idea de dios (también lo escribe en ocasiones con mayúscula). Estas ideas-fuerzas lo seducen y sublevan, lo apartan y recogen. Lo acercan a las diferencias que no pueden disimular los artificios del privilegio.

Lo que un poeta sabe es que siempre llega tarde: la cosa ya es, los hechos ya ocurrieron. Aquí se trastoca aquella afirmación Rimbaudiana de la videncia o mejor dicho se ajusta: no es la capacidad de saber lo que ocurrirá sino la tenacidad de anotar lo que nos está ocurriendo.

"... cada vez la escritura del poema se presenta como un desafío, un azar, ¿seré capaz? No podría empezarlo un poco al tanteo si no me sostuvieran de atrás los que ya tengo escritos, debido a que la violencia del sentimiento en un sentido me inmoviliza y en otro me dispersa."(pág. 199.)

 
Ceferino Lisboa.

1 comentario:

  1. Muy interesante el texto, llegue buscando información y más poesía para leer de Caamaño después de releer el libro dios que me habían regalado hace varios en un "concurso de poesía". Me parece un gran poeta, simplemente. Muchas gracias por el artículo y los poemas de más arriba.Gastón.

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