La poesía
no es
croar de ranas
en un estanque vacío
un amanecer de invierno.
Tampoco es
laboriosa
carta de amor
escrita
en nuestra memoria.
Es invención
de reglas:
una suspensión
entre emoción
e ideas.
El rítmico abrazo
–el beso–
de palabras
recogidas
en la calle.
O, cuanto menos,
“occasioni”:
barquillo de papel
que debes conducir
a un puerto seguro.
Pues,
salvo la Musa,
¿quién puede decir
que esto
es un poema?
Cuando, en verdad,
no hay reglas;
cuando cada poema
crea sus propias
reglas.
Y cada poema
destruye
esas reglas.
Cada poema
es un sacrificio.
A Valerio Magrelli en Guanajuato, México.
Rafael Felipe Oteriño (La Plata, 1945)
En La colina. Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 1992.
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