Grupo "Pan Comido": Poesía para resistir / Jorge Boccanera para la agencia Télam


Grupo "Pan Comido": Poesía para resistir

Por Jorge Boccanera para la Agencia Télam


El grupo "Pan Comido", que reúne a ocho poetas, hace 17 años viene desarrollando en Córdoba una sostenida actividad que incluye recitales, edición de plaquetas y revistas literarias, con una muestra de apertura al convocar autores del resto del país e irradiar sus actividades para afuera.

Entre ellas, figura el sello editor "Música del lugar", que acaba de publicar los libros de poesí­a "El animal no domesticado" de Laura Garcí­a del Castaño, "La noticia es el diluvio" de Alexis Comamala y "Sioux" de Marcelo Dughetti.

Integrado por Juan Stahli, Fabricio Devalis, Ceferino Lisboa, Andrés Rubino, Fernando Bellino, Sebastian Cantoni, Alexis Comamala y Pablo Carrizo, este "colectivo" se diferencia del grupo-ghetto que busca consolidarse como un cí­rculo cerrado.

Un poema breve de uno de sus impulsores, Stahli (1982) - "Un pedazo de pan/ vale más/ que mil palabras"- resume su idea de la poesí­a como respuesta a las necesidades del estómago, pero también del espí­ritu, como también la voluntad de conjuntar voluntades de este grupo que se inició en 2009 editando "plaquetas, libretitas, hojas de poesí­a y antologí­as, con formatos económicos y circulación callejera".

Stahli indica que este proyecto de convocatoria plural: "tiene su raí­z en que todos los integrantes del grupo hemos tenido o tenemos participación polí­tica. No es algo nuevo, porque arrancamos en la resistencia de los 90. Trabajamos siempre de modo colectivo y no sólo con poetas, también con músicos, pintores, dibujantes, fotógrafos, titiriteros".

Respecto a su visión del hombre sustentado en lazos de solidaridad y búsqueda creativa, invita en uno de sus poemas a: "ir por más/ soñarlo todo"; y dice descreer de "una poesí­a esterilizada" como del "mero panfleto"; mientras se pregunta: "¿Puede la poesí­a escapar a la realidad cada cinco dí­as, una familia se queda sin madre por la violencia de género? ¿O a que muchas familias pierdan su vida en la lucha por la tierra?".

Por su parte Alexis Comamala (1979) hace referencia a una actividad que impulsó "Pan Comido" en 2012 en el "Espacio para la Memoria La Perla", Córdoba -donde funcionó el segundo campo de detenidos más grande del paí­s durante los años de la dictadura militar- que dio paso a la antologí­a poética "Habitar el grito".

"La poesí­a puede habitar todo lo circundante y lo interno, pero es el poeta, el hombre común (en cuanto comunidad) quien debe dar el salto y ocupar los espacios del horror, el asesinato. Si en La Perla hubo "violencia organizada", ¿por qué no darnos la posibilidad de una "violencia de lengua" que nos comunique con la creación?".

Comamala admite que el tí­tulo de la compilación, "Habitar el grito", funciona como enunciado de una poética que dialoga con estos versos suyos: "lo que uno calla/ nos entierra": "El tí­tulo -dice- viene de la voz de la poeta Glauce Baldovin (1928-1995) y es una forma de sosiego para estrangular momentáneamente el dolor, el sufrimiento y convertir 'el grito' en palabras que nos cobijen de la intemperie del mundo".

Por su parte Laura Garcí­a del Castaño (1979), que combina en su poética una visión árida de lo cotidiano con una gran fuerza expresiva, no oculta su alegrí­a por haber sido editada por el sello "Música del Lugar": "Trabajar un poema con los chicos de 'Pan Comido' incluso hasta las cinco de la mañana, es desarmar un motor, revisar cada pieza, cada verso a conciencia y en voz alta, sabiendo por qué está allí­, si trabaja en función del todo o está en corto".

Y agrega: "Nunca laburé tan a fondo y desde adentro; eso me permitió dentro de la volatilidad y la subjetividad de 'trabajar la poesí­a" haber adquirido confianza en el libro, y ese aprendizaje queda por siempre".

Teniendo en cuenta que la editora de "Pan Comido" ya publicó una docena de tí­tulos, entre ellos varias poetas mujeres como Carolina Bravo, Leticia Ressia y Liliana Lukin, analiza Del Castaño esa producción.

Y expresa: "En Córdoba vive y reina la poesí­a escrita por mujeres. Las mencionadas y otras tantas poseen voces propias, definidas o inquietas, pero potentes y disí­miles unas de otras en su existencialismo, en sus batallas emocionales, en la música afectiva, e incluso en el carácter 'salvaje" de su enfrentamiento con el público".

"No les noto las influencias ni las costuras; será porque el poeta hombre nombra más a sus maestros que nosotras; lo viven como una especie de deuda permanente. Las mujeres son más reticentes, más huérfanas -define-, y eso dota a su producción de tal misterio y misticismo que siempre genera inquietudes, en su procedencia y en su desarraigo. En una palabra, veo su producción más original".

Finalmente, la originalidad el libro de Marcelo Dughetti (1970), Sioux, radica en el hablante -un aborigen de los Estados Unidos- y en la orquestación de imágenes contundentes ("los ahorcados hablan de mil maneras con el viento"), junto a la creación de personajes que brindan un clima de historieta al modo del relato de aventuras.

Dice al respecto: "Me encantan los comics y de los comics el momento del soliloquio. Esa viñeta preciosa donde el personaje, a caballo o caminando por paisajes terribles o ciudades contaminadas hasta la desesperación, tienen su epifaní­a pensándose parte de todo eso pero a la vez sabiéndose parte de otra realidad, quizás anticipando su destino de personajes. Por eso amo los relatos".

"No obstante -concluye- querí­a hablar con mi querido Jack London y el modo de llegar a los territorios del Yucon sin llevarle whisky, morfina y rifle nuevo; cómo llegar con la máscara pusilánime de este que soy. Era mejor vestirse de sioux, que no es cualquier nación, son los dignos y terribles perdedores de las pelí­culas del viejo oeste y de las historietas. Además eran llaneros como yo: sabemos de la inmensidad y su ahogo y de lo intransferible de esa sensación".


Por último Dughetti califica al grupo "Pan Comido" como "un humilde faro de luchadores que abrió un surco".


Diario El Argentino Córdoba
http://elargentinocordoba.infonews.com/nota/194301/grupo-pan-comido-poesia-para-resistir

Mi tropa está en la huella / 16 NOV 20 hs.




DOMINGO 16 DE NOVIEMBRE 20 HS EN COCINA DE CULTURAS, JULIO A. ROCA 491.

Pan Comido poesía
y
El Mano rock

presenta

Mi tropa está en la huella


Recital poético musical.
Versos y canciones de Córdoba conversando en vivo.

Músicos invitados: Lucas Heredia y Gastón Testa.

El grupo de poetas Pan Comido invita a un concierto de versos y canciones el domingo 16 de Noviembre a las 20 hs en Cocina de Culturas, Julio A. Roca 491.

Se realizará lectura en vivo de poemas de los poetas de Pan Comido acompañados de la música de El Mano. Mientras que Lucas Heredia y Gastón Testa se presentarán en calidad de músicos invitados. Habrá venta de libros, discos y plaquetas.

La entrada es libre y gratuita.

Los integrantes del colectivo de poesía Pan Comido son: Pablo Carrizo, Alexis Comamala, Andrés Rubino, Juan Stahli, Ceferino Lisboa, Fabricio Devalis, Sebastián Cantoni y Fernando Bellino. El recitado y la música se irán entreverando en vivo a manera de performance. También habrá espacio para algunas canciones y otras intervenciones a cargo de los músicos invitados.

El grupo de poetas Pan Comido comenzó a trabajar en 1997. Desde entonces han editado las antologías: "Belleza Obliga" (2004), "Derrota No" (2005) y "El día más parecido" (2008). Y las plaquetas colectivas "Maquinita de poesía" y "Poemas como se puedan editar". En abril de 2013 editaron la plaqueta Con mi sangre escribiré un poema.

Y en la colección Música del Lugar, los libros "La vida que se conoce" de Ceferino Lisboa (2009), "Crías nuevas" de Fernando Bellino (2011), "Hablar lo suficiente, trabajar lo necesario" de Juan M. Stahli, "La selva oscura" de Leticia Ressia (2012), "Sioux" de Marcelo Duguetti (2013), "Anatomía" de Fabricio Devalis (2013), "Cortar por la sano" de Liliana Lukin (2013), "La impropiedad" de Alejandro Schmidt (2013), "El animal no domesticado" de Laura García del Castaño (2014) y "La noticia es el diluvio" de Alexis Comamala (2014).


Sobre El animal no domesticado, de Laura García del Castaño / por José Di Marco


Entiendo que la poesía introduce en el mundo una perspectiva extraña y desconcertante. Hablo de un enfoque y de un tono, también;  hablo de una manera privativa de usar el lenguaje que organiza formas novedosas,  produce significados inéditos y disloca las expectativas rutinarias de lectura.  
Sin embargo, esta afirmación defecciona a causa de su generalidad. Le cabe a toda la poesía como género de escritura y por eso mismo, debido a su carencia de especificidad, muy poco dice sobre la poesía de Laura García del Castaño, acerca del arte de escribir que ensaya en este libro. ¿Qué hace ella con el lenguaje? ¿Qué le hace (sentir y saber) a las palabras, a la sintaxis, a las significaciones que se apartan de los carriles lingüísticos y semánticos preestablecidos? El apartamiento y la transgresión de los usos habituales del lenguaje, a la vez que sorprenden e incomodan a los lectores, inciden en el trato del tema que aglutina los poemas de este libro. Porque si bien El animal domesticado habla de la muerte,  la escritura de Laura ubica este asunto de corte universal en la órbita de un prisma que lo ilumina y singulariza.
Si bien el montaje predomina en el poema que abre El animal no domesticado, un texto coral, construido a partir de la cita de una profusión de voces anónimas, su llamativa estructura constituye una excepción, ya que en el resto de los poemas una primera persona escande los versos y organiza el decurso del poema a partir de un núcleo semántico que concentra y, al mismo tiempo, expande las significaciones. Esa primera persona narra, recuerda, interroga, reflexiona y afirma. Una variedad de actos de habla coexisten y superponen en El animal no domesticado para construir el texto poético como una unidad densamente significativa y sólidamente rítmica.

Laura parte de experiencias autobiográficas y las transfigura con el propósito de construir una voz única e irrepetible. Construye una dicción que expresa su personalidad  y  en la cual se materializa, discursivamente, una manera de percibir y ver el mundo. Concreta, según el compás de una cadencia y conforme al pulular de imágenes explosivas, una tentativa de concebir la muerte como un fenómeno irreductible y turbulento que flexiona y enrarece el lenguaje poblándolo de antinomias, ambigüedades y paradojas:

Todos los días rebalsa la muerte su miseria
violenta una puerta
entra en una casa
es el animal menos amado.

Nada como la presencia virulenta (y al mismo tiempo salvaje) de la muerte para interrumpir el flujo automático de las palabras, injertar discontinuidades y extender los significados hasta el límite del sinsentido. 
La escritura de Laura García del Castaño, torrencial e ígnea, abrasadora  y furiosa, desborda intempestivamente los lindes del verso y se vuelca hacia la prosa narrativa tornándose relato de la cotidianidad opresiva o evocación punzante de lo irremediable. Entreverada con lo mundano (con la prosa rústica del mundo), su poesía yuxtapone la transparencia de un lenguaje directo y ostensivo a la opacidad de un discurso que se aleja de las referencias explícitas y descubre semejanzas extraordinarias:

Como todas las mañanas
tomé la gamuza
rocié el Blem
y lustré el ataúd del fondo

Lustré
el tórax de un gigante congelado
[…]
Lustré
el capullo de un insecto que se pierde
la nave de un ser que nos deja
el escudo de una moneda extranjera
la falsa alcancía de la muerte.

Esa mixtura – que tutela el poema antes citado- recorre el poemario entero en el cual, por otra parte, hay algunos poemas en los que se puede reconocer algo así como la promulgación de una poética. Por ejemplo:

Lo real va por detrás de la visión
Y la visión por detrás del sueño

El sueño es
Inalcanzable.

Laura García del Castaño
Fotografía.: Hugo Suarez


Apartándose del registro realista, Laura labra visiones oníricas. Como se lee al final de otro poema, el ojo de la imaginación se afina y apunta: “Una mera puntería /para darle a cosas / que no caerán en este mundo”. ¿A dónde se desploma aquello que el lenguaje captura en plena fuga? ¿A otro plano de la realidad, es decir: a este mundo que ya no es el mismo porque las videncias que el poema inscribe en su cuerpo lo han transfigurado definitivamente? Entonces, no se trataría de reproducir lo existente sino de recorrer, con el ojo ardiente de lo imaginario, su superficie para encontrarse con las fisuras que revelan ese estado recóndito y extraño de las cosas que los automatismos de la mirada pierden de vista. Pero también en la escritura que prolifera en visiones se expone un aplazamiento perenne: de lo real por la visión, de la visión por el sueño que es asimismo inalcanzable. Ese retardo -que convierte a lo real en un resto de visiones que nunca atrapan el acontecer del sueño y colman al lenguaje de imágenes inflamadas- signa la poesía que Laura García del Castaño escribe.

Escritura de lo que escapa sin solución de continuidad, de lo que en su huída incesante deja residuos que son señales de otro mundo (de lo otro que reside, agazapado, en este mundo). Escritura de las huellas que el deseo esparce en su andar inagotable y errático.
Así, con imágenes flamígeras, visiones del sueño inaprensible, vestigios del deseo que no cesa de empujar y dispararse, El animal no domesticado trata sin pudores de la muerte. Para la perspectiva que su autora erige y despliega en este libro, la muerte no es un asunto que habilite especulaciones metafísicas ni promueva elegías plañideras. Habla de los discursos, comedidos y maquinales, que se pronuncian en un velatorio o en una procesión. Habla de cuerpos vencidos y rígidos, de restos (como dicen las necrológicas) que se visten y rasuran, que se velan, se trasladan y después se entierran. Habla de las tareas administrativas y los ritos altamente codificados que, en esta época, los deudos están obligados a ejercitar cuando un allegado se muere. Habla de las labores, aburridas y apáticas, en las que los sobrevivientes se empecinan con el objetivo absurdo de domesticar la muerte.
El título del libro, una abreviatura de la cita de Pascual Quignard (“Es libre el animal que no está domesticado”) que hace las veces de epígrafe, adelanta la línea de sentido que amalgama los poemas. Una metáfora integral. La muerte: el animal no domesticado. Hay una dimensión biológica en el hecho de morir, un sistema colapsa y deja de funcionar. Somos mortales; nos extinguimos al igual que otros sistemas biológicos, que otros mamíferos, que otros animales. El cadáver es un signo inequívoco de eso que se apaga y detiene. Pero, sin embargo, una vez que el cuerpo fenece, después de las exequias, la muerte constituye una fuerza indómita que circula libremente entre los que viven saturando de anomalías y equívocos la existencia. Gozosa, ¿diabólica?, se potencia y vitaliza trastornando las palabras cuando intentan cercar la impertinencia de su flujo, ceñir su fluctuante condición de ausencia-presencia. Junto a un cuerpo sin vida, sólo se puede:

asumir el desprecio de la muerte
intentar descubrir qué le fascinó de este hombre
por qué nos sigue ignorando.

Prestemos atención a este brevísimo texto, que se parece a un silogismo; a la sinopsis casi aforística de sus versos:

El ataúd para que la muerte
quede afuera y de pie

El poema
para que sólo esté el anuncio
de lo que no hay.

El ataúd no puede contener la muerte, que permanece exterior y erguida (mientras el muerto yace en su interior, acostado). El poema es el anuncio de un vacío, de una falta. Como ataúd y poema sobrevienen términos equivalentes y por lo tanto intercambiables, el poema sólo puede nombrar la muerte a través de semejanzas metafóricas, de nominaciones aplazadas, y el ataúd se constituye en la confirmación flagrante de que la muerte escapa y prolifera. El sobreentendido, lo que palpita implícito en este poema, es la constatación exorbitante, de que un abismo incorregible separa la muerte y del muerto. Con intensidad El animal no domesticado postula y trabaja esa distancia.
Así como postula y trabaja esa distancia insalvable, según la cual el muerto no es la muerte sino un cuerpo que ha llegado a su fin, El animal no domesticado  conversa sigilosamente  con Los hombres huecos. A diferencia de lo que sucede en el poema de T. S. Eliot, los muertos de El animal no pronuncian soliloquios desesperados, plegarias lúgubres que le reclaman a un dios indolente consuelo y piedad para su condición de restos parlantes suspendidos en el umbral del paraíso. El más allá no presenta un dilema teológico, una dificultad conceptual ni siquiera una disyuntiva estética para la poesía de Laura que está más decididamente interesada por lo que ocurre aquí, muy cerca, a diario, en medio del fragor de la contingencia.
Por otra parte,  leyendo sobre muertos que están despiertos y anhelan vivir a toda costa, sobre cadáveres prolijamente acicalados para ir no se sabe dónde, me di cuenta de que, silenciados y rígidos, aún los cuerpos poseen cara, nombre, domicilio, familia, biografía. En varios poemas, que constituyen un acto de piedad y de compañía póstuma, se los nombra, retrata y recuerda.
Si pensamos que en sociedades como la nuestra la muerte se vuelto un comercio inseparable de la biopolítica, El animal no domesticado llama a protestar contra esa maquinaria impersonal que rige y determina el uso de los cuerpos (incluso de los inertes), a no ceder mansamente, a rabiar contra la agonía de la luz, como dicen unos versos de Dylan Thomas que Laura invoca con este par de su autoría:

Ladra, ladra hasta dejar de ser el blanco
hasta dejar de ver en todas las muertes a tu muerto.

Transcribo ahora parte de un poema:

Escribir como si se tuviera
una piel de vidrio, un espejo al fondo
pelo y sangre de la herida
sufrimiento animal
o escribir como si no se tuviera nada
lo que late pero no para vivir
Así de estéril
como un párpado que acaricia el ojo que no ve…

Mediante la analogía el texto propone una disyunción entre dos modos de escritura, uno ligado a lo que se posee y otro unido a la carencia. Así, resume las fuerzas opuestas que coexisten y tensionan la poética que El animal no domesticado declama y, sobre todo, lleva a la práctica.
Los poemas de este libro están escritos, simultáneamente, desde el patetismo y la indiferencia, desde un distanciamiento sarcástico y una compenetración casi piadosa, desde una mirada que se atiene a los detalles más profanos y que despega de la inmediatez para cristalizar en imágenes desaforadas. Valga como ejemplo el poema en que la hija trae del recuerdo la figura indeleble de su padre fumando en un rincón a oscuras de la casa y la sitúa en un presente continuo:

Todavía en medio de la noche veo la colilla encendida
una luz que no alcanza a iluminar nada
pero prende fuego a todos los rostros de mi mente.  

El animal no domesticado habla de la muerte, y no es un libro lindo ni bonito. Su belleza, provocativa y exaltada, rugiente y oscura, suscita en nosotros algo muy distinto del beneplácito y la gratificación estéticos. Nos invita, tal vez, a tomar distancia de lo que aceptamos pasivamente: la economía rutinaria de la muerte (su naturalización impensada), el prototipo de la poesía como un lenguaje purificado de disonancias y asperezas.
Laura García del Castaño pone sus ojos de vidente en la diáspora de lo roto y fugado para trastornar el lenguaje y sacarlo de quicio. El remate de un poema señala: “Todo ha sido andar / y no ser domesticada.”  Trazar un camino que carece de meta, resistir a las coacciones que sujetan y disciplinan, hacer de la poesía el testigo de un proceso indeterminado y transgresor: los modos en que El animal no domesticado introduce, en el mundo y en el lenguaje, un estilo y una visión del mundo que nos incitan a pensar, a decir, a ser otros, menos mansos, más lúcidos.

José Di Marco



La mayoría de las veces / Andrés Rubino

Fotografía: Hugo Suarez


No sé cómo y si supiera no lo diría
ni de dónde me llegó esta adultez
el vínculo con las lluvias
la memoria de antes
Las adjetivaciones son compañía
y así como usted decide la suya
de acuerdo a sus contradictorios sentimientos
las palabras hacen eso mismo
oyendo a sus sentidos añorados
Así es como se me va apareciendo
la poesía a veces
y de un momento a otro
ya tenemos mucho en común
como para seguir desconfiándonos.
Ya que estamos metidos hasta acá
en este asunto, y que esto es un poema
de esos que les digo
voy a aprovechar de agregar
que abrigaré lo que pueda
para que no esté sola en algún lugar.


Andrés Rubino (Córdoba, 1981)

De La gran mayoría. Inédito,
Pronto a editarse por Pan Comido





Presentación de la colección Música del Lugar / Luis Benitez


Por Luis Benítez (*)


Parafraseando a un novelista recientemente desaparecido, estoy tentado de definir el desarrollo de esta colección de poesía que hoy presentamos, Música del Lugar, del sello Ediciones Pan Comido y Gráfica Editorial 29 de Mayo, de Córdoba, como la crónica de un éxito anunciado. ¿Qué es el éxito en poesía? En primer lugar, escribir un texto respetable, legitimado o no por los lobbies culturales y los medios de comunicación, difundido o no, leído o no por una cohorte importante de lectores, bendecido o no por la academia, canonizado o no por los secuestradores de la palabra. 

Estamos hablando del valor intrínseco de un texto poético, de su Dasein, en términos de Martin Heiddeger (1), “su ser que está allí”. Al abrir un poemario, nos podemos encontrar o no con ese texto. Si lo encontramos, si nos produce el placer estético, emocional e intelectual que esperamos que nos suscite, el texto ha tenido éxito, es un éxito en sí mismo. Se entiende: otro éxito de la poesía. El texto no la ha mejorado, porque no hay un poema cabal que sea mejor que otro, del mismo modo que no existe un poeta genuino que sea mejor que otro. Simplemente, hay poemas y poetas que son diferentes entre sí, pero se igualan en cuanto  a pertenecer a una misma categoría. La legitimación real –no la promovida, no la publicitada, no la pretendida - de un texto y de un autor, obedece a esta característica de ser diferente y similar en relación al género. Entonces, un buen poema lo que hace con la poesía no es transformarla, sino extenderla, hacerla perdurar en obras nuevas. Hoy no escribimos mejor que Homero  o José Hernández, escribimos de modo diferente, porque nuestra época y el hombre que la habita son distintos a los de su tiempo. ¿Es Charles Bukowski un poeta? Sí, lo es en buena parte de su obra. ¿Lo es Neruda? Sí, lo es, tanto como Denise Levertov o Liliana Lukin o Fernando Bellino lo son.
La falta de rango  es otra característica de la poesía, por la diferencia / igualdad que mencionamos antes. Lo que sí puede suceder es que al abrir auténticos libros de poesía, nos encontremos con autores que se hallen en distintos estadios de maduración de su voz poética. Lo que sí sucede siempre al leer genuinos libros de poesía, es que ese Dasein del poema está allí presente, ese tan fácilmente reconocible ser en sí mismo.
Algo más difícil de encontrar es una colección compuesta por una decena de libros donde, en todos y en cada uno, esté la poesía presente con esa intensidad que buscamos los lectores, aunque como dije antes, en diferentes grados de maduración.
Es muy difícil encontrar una colección así, donde el género tiene tan marcada residencia, y es por ello que me sorprendí tanto al abordar Música del Lugar. Confieso que, con esa involuntaria malignidad que es otro vicio de los que leemos poesía, me puse primeramente a buscar pifias, errores, caídas del tono y el abordaje de los núcleos de sentido, todos elementos muy comunes en lo que escribimos. Aquí aparece un tema de proporciones, porque esos defectos son muy pocos en el conjunto de esta decena de libros. Estoy hablando de 10 libros de poesía, que suman algo así como 620 páginas, más o menos el tamaño de La Guerra y la Paz, de León Tostoi, que sí tiene sus buenas caídas de interés, siendo como es una obra extraordinaria.
Lo que hacemos los lectores de poesía es leer varias veces un mismo libro, porque la poesía es el género de relectura por antonomasia. Así que tras esa primera lectura malvada, vino la segunda, la tercera y la cuarta y he parado allí, para venir aquí a conversarlo con ustedes. Después voy a seguir con mis lecturas de Música del Lugar.

Aunque de algunas obras ya me ocupé en reseñas publicadas en algunas revistas del exterior, gracias a la generosidad de los editores -que me permitieron acceder al conjunto de la colección- en primer término les digo que leí y releí los libros de Música del Lugar por orden de aparición temporal, desde LA VIDA QUE SE CONOCE, de Ceferino Lisboa, primer título de la colección, editado en noviembre de 2009, hasta el más reciente, EL ANIMAL NO DOMESTICADO, de la poeta Laura García del Castaño; eso te permite ver qué cambios hubo en la selección de autores y títulos, dónde torció la línea o la profundizó el fondo editorial. Otra salvedad que tengo que hacer respecto de mi lectura lineal es que CORTAR POR LO SANO, de Liliana Lukin, es un texto que ya conocía, pues se trata de un poemario reeditado por el sello Pan Comido cuya primera edición se realizó en 1987, dos años después de que recibiera el primer premio nacional de Ediciones Culturales Argentinas. Son poemas escritos en 1983.

Mi segunda lectura entonces fue de la colección como un sistema integrado, un conjunto, casi como si fuera un solo y muy largo poema, y allí surgió mi segunda sorpresa. Funciona la colección, efectivamente, como un sistema de representación de valores simbólicos, un conjunto donde sus partes se interrelacionan casi perfectamente, ensamblándose y ampliando sus alcances de sentido entre sí. El libro de Lukin, el que yo ya conocía, en ese sentido, encaja perfectamente en la secuencia, algo que resulta muy llamativo y nos habla de un criterio bien fundado, como mínimo muy sorprendente por la coherencia desplegada al armar la serie. Demasiado presente como para no haber sido intencional, nos hace sospechar y luego confirmar que hay un criterio muy válido y probado en la selección de los textos y autores que conforman Música del Lugar. Consciente o inconsciente, la línea editorial funciona así, funcionó así. Tendría que definirla en pocas palabras, ahora. Debería yo decir que sus características principales son las de una poesía de fuerte sinceridad, algo raro de encontrar. El lector le cree a cada uno de los autores, siente que aquello que dicen es algo que han soñado, han imaginado o han vivido, pero que en cualquiera de estas posibilidades hay honradez poética, que ninguno de ellos se propuso “escribir un poema tal o cual, que toque tales o cuales núcleos de sentido, eligiendo para hacerlo este o aquel otro estilo porque así quedará mejor o me parece a mí, que soy el autor o la autora”. No, nada de eso que muchas veces adivinamos como presente detrás de tantos intentos de poetizar que pululan impresos por ahí: antes bien, la sinceridad poética de los autores, de los 10 autores que integran la colección Música del Lugar, los llevó a plasmar en sus sendos poemarios ideas claras sobre los sentidos que abordaron, sabiendo que la poesía no es representación de lo real, ni siquiera su recreación con mayor o menor habilidad técnica para hacerlo, sino la interrelación entre lo subjetivo y lo objetivo; esto es, hablar tendiendo a ir, paradójicamente, más allá de los límites del lenguaje, forzando el instrumental hasta la frontera donde el poema, si es tal, alcanza a hacernos vislumbrar –siquiera por un instante- eso indecible, vuelvo a la paradoja, que está dicho en los versos de autores como los que conforman Música del Lugar. Esto no es una alabanza sino un reconocimiento.

La tercera y la cuarta lectura, una vez que me repuse de las sorpresas anteriores, sí atendieron a las capacidades técnicas desplegadas por cada uno de los autores, y les digo que, si se hubiese tratado de un concurso para definir entre diez propuestas una ganadora, yo hubiese no querido estar en el jurado. Cada uno de los poetas presenta ya un lenguaje propio, es dueño de una voz, maneja su propio universo, habla en su lengua y lo hace claramente. Desde luego, el grado de madurez técnica es diferente en cada uno, pero eso es el futuro, es pulimiento y trabajo, partiendo ya de una base de absoluta consistencia. La elección de tal o cual recurso, lo que implica obviamente el descarte de otros, está muy bien lograda en la mayoría de los casos puntuales. Cuando el poeta o la poeta se encontró con una dificultad, supo sortearla con maestría y las dificultades, en poesía, se miden directamente por el número de versos.
Yo no debo abundar mucho más, por motivos temporales, en el relato de mi lectura de Música del Lugar, por lo que voy a usar el resultado de mis cuatro lecturas de la colección para intentar resumir -en cada caso- un atisbo de lo que el probable lector va a encontrar en estos poemarios. Solamente recomiendo hacerse de toda la colección para tener el panorama completo de lo que estuve intentando aludir.

 Fotografía: Sebastián Casartelli Re

LA VIDA QUE SE CONOCE, de Ceferino Lisboa: una obra que se distingue por la fuerza expresiva y el vaivén entre lo cotidiano y lo universal. Alusiones y elusiones le permiten a Lisboa pasar por las referencias sociales, lo sensible y lo amoroso, con un estilo signado en múltiples ocasiones por la ironía más fina, siempre al servicio del mejor decir sobre la situación del hombre contemporáneo.

CRÍAS NUEVAS, de Fernando Bellino: La capacidad de síntesis es una característica fundamental de la obra de Bellino, que se aprecia apenas recorridas unas páginas. La fuerza de su decir no estriba en una “poética de relato” (donde el supuesto tema del poema ocupa el primer plano), sino más bien en su cualidad de desarrollar núcleos de sentido con un lenguaje aparentemente sencillo, pero que se revela luego como una compleja estructura que le permite a su autor indagar en zonas de la realidad con una soltura sorprendente.

LA SELVA OSCURA, de Leticia Ressia: La escritura como pulsión irrefrenable se manifiesta en esta autora, con versos de una potencia sutil. Ressia construye un espejo lingüístico donde la vida se mira a la cara y parece hacerlo por primera vez, al tiempo que razona, a través de la autora, sobre las partes que la componen. Ressia sabe conjugar la introspección y la proyección de sus universos personales de un modo magistral.

HABLAR LO SUFICIENTE TRABAJAR LO NECESARIO, de Juan Stahli: este muy interesante autor conoce cómo manejar uno de los caminos más difíciles que puede abordar el discurso poético, el de matices sociales, construyendo una obra de relevancia también metafísica. La poesía de Stahli vive en dos mundos o mejor todavía, nos muestra que la circunstancia social del hombre actual es también el hombre mismo, inseparable de su condición en el mundo.

ANATOMÍA, de Fabricio Devalis: trabajos de fuerte impacto emocional en la sensibilidad del lector, que fácilmente se puede identificar con la voz del autor. Ello se debe a la capacidad de Devalis para referirse con un lenguaje directo -aunque bien provisto de recursos literarios empleados en su justa medida- a circunstancias, hechos y sentimientos que invariablemente pueden ser compartidos. El cuerpo como escritura de las emociones es la instancia elegida por el poeta en este volumen.

SIOUX, de Marcelo Dughetti: Figura muy destacada y siempre sorprendente de la poesía nacional, Dughetti hace en esta nueva entrega una ampliación de un conocido recurso suyo, que podríamos denominar “poesía de la crueldad”, de una dureza que en “Sioux” además apela a transfiguraciones del autor que utilizan muy bien el imaginario que tenemos de los nativos americanos para darle una vuelta de tuerca pasmosa a todo el asunto. Sencillamente Dughetti es un escritor terrible.

CORTAR POR LO SANO, de Liliana Lukin: Uno de los primeros nombres de la poesía argentina de mi generación, la del ’80, Lukin ratifica con estos textos que la genuina poesía no depende de épocas, tendencias ni modas. ¿Un clásico de la poesía argentina? En mi opinión, definitivamente sí. Estos versos de una erótica dolorosa, donde la condición humana duda del mundo y de sí misma –paradójicamente- para mejor confirmarse.

LA IMPROPIEDAD, de Alejandro Schmidt: Una impronta característica de Schmidt, pese a lo extensa de su producción, es que cada nuevo libro posee una notoria originalidad, brindando nuevos aportes en un estilo fácilmente reconocible: el maestro cordobés posee una voz propia que ya es de referencia obligada dentro del género nacional. La de Schmidt es una poética de la insatisfacción, que lo lleva a ahondar y buscar siempre una superación de lo anterior, como si nunca bastara con los territorios de lo indecible que ya ha ganado para el género.

LA NOTICIA ES EL DILUVIO, de Alexis Comamala: Una ajustada referencia a íconos culturales pregnantes le permite al autor instalar sus textos en un contrapunto con la tradición del género, ya a partir de la misma cita que abre el volumen, tomada del manuscrito acadio Atrahasis -Ziusudra para los sumerios- referencia que se continúa con el Gilgamesh, y el Walden o La Vida en los Bosques, el famoso ensayo del filósofo, escritor y poeta estadounidense Henry David Thoreau, y el Arca del diluvio, entre otras imágenes y conceptos; pero estos elementos operan en función de que el autor desarrolle cada vez con mayor potencia y adoptando un tono por momentos apocalíptico, una precisa ubicación poética del hombre contemporáneo. El empleo eficaz del voseo y de las referencias a lo cotidiano bajan a tierra el conjunto, dotándolo todavía de una mayor eficiencia en su conjunto.

EL ANIMAL NO DOMESTICADO, de Laura García del Castaño: una secuencia de poemas que explora el discurso de lo real en sus facetas aparentemente menos significativas, donde la pericia de la autora encuentra justamente los mayores núcleos de sentido. Más que interesante, en la primera parte del volumen, el ejercicio mimético tomando fragmentos de comentarios supuestamente "casuales", como los que se podrían escuchar al atravesar una multitud. La autora construye así una polisemia de asombrosa unidad con los 62 versos del poema que abre el libro. La autora posteriormente trabaja mayoritariamente con afirmaciones que amplían sus fronteras o son modificadas gracias al verso siguiente, en un juego muy bien encadenado.

En resumen, una pregunta: ¿Podría funcionar un estante de nuestra biblioteca, ocupado por la colección Música del Lugar, como una síntesis de la mejor poesía argentina actual?
Proviene de Córdoba, hoy y ahora, la capital de la poesía nacional.


Texto leido en la presentación de la colección Música del Lugar, del sello Pan Comido Ediciones, Córdoba. Museo del Libro y de la Lengua, Av. Las Heras 2555, Auditorio David Viñas, 13 de junio de 2014. 

 Fotografía: Sebastián Casartelli Re
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(*) El poeta, narrador, ensayista y dramaturgo Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Asociación de Poetas Argentinos (APOA) y de Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina (SEA). Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales por su obra literaria, entre ellos el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); la Mención de Honor del Concurso Municipal de Literatura (Poesía, Buenos Aires, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); el Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); el Tercer Premio Eduardo Mallea de Narrativa (Buenos Aires, período 1995-1997); el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); el Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay. Es colaborador permanente de las publicaciones literarias: Temporales (editada por el Master of Fine Arts de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York); Sinalefa (New York, EE.UU.); And Then (New York, EE.UU.); Nagari (Miami, EE.UU.); Recours au Poème (Francia); Resonnances (Francia); Red y Acción (Colombia); Sur y Sur (Chile); La Biblioteca Imaginaria (España); Actas Literarias (Argentina); Realidades y Ficciones (Argentina) y de la revista Humbral (Uruguay).
 

(1) Sein und Zeit (Ser y Tiempo), 1ra. ed., Max Niemeyer Verlag; Halle, Alemania, 1927.


José Luis Benitez

Reseña del libro La noticia es el diluvio de Alexis Comamala, por Leandro Calle

Publicado en Hoy día Córdoba.
18 de junio de 2014.

Por Leandro Calle
(Especial para HDC)

Las comparaciones siempre son odiosas (¿siempre son odiosas?) pero algunas veces ayudan a situar ciertas circunstancias, hechos y conceptos. En los años ´80 hubo un grupo de poetas que, si bien venían de diferentes posicionamientos políticos, tenían todos una concepción de que la poesía y la cultura no podían estar en andariveles paralelos con los movimientos sociales y políticos del país. Me refiero al grupo poético Raíz y Palabra que conformaron César “León” Vargas, Carlos Garro Aguilar, Susana Arévalo, Eugenia Cabral y Hernán Jaeggi. También pasaron por esas reuniones Néstor Merigo y Hugo Rivella. Junto con otro grupo que se llamó Sol Urbano, constituyeron, por así decirlo, dos colectivos poéticos de importancia en la década de los ´80. Colectivo que, como dijimos, no esquivaba ningún filamento en la urdimbre de la cultura respecto de la participación política. Eran años de florecimiento democrático.

Pasada la década de los ´90, aparece en Córdoba otro colectivo de poetas que con cierta semejanza amalgama de una manera auténtica (ni artificial ni panfletaria) la masa siempre fecunda que se crea entre cultura y política. Me refiero al colectivo de poetas Pan Comido. El año pasado cumplieron 15 años de vida y lo celebraron a lo grande. Una de las grandezas es haberlo celebrado con la participación de otras voces poéticas. No quisieron leer ellos, prefirieron estar de otro modo, estuvieron al servicio de la poesía invitando a leer a otros poetas en homenaje de los 15 años del grupo. Así, por ejemplo, muchos cordobeses pudimos asistir a una inolvidable lectura de Osvaldo Guevara en el auditorio de Radio Nacional. El poeta, de ya más de 80 años, arrancó aplausos acalorados de un público joven que probablemente jamás lo había escuchado. A este colectivo de Pan Comido, pertenece, desde hace algunos años, el poeta Alexis Comamala.

Al principio comenzaron reuniéndose, luego publicando algunas plaquetas que daban cuenta del trabajo escriturario propio y, ya con cierta madurez grupal y personal, Pan Comido comenzó a editar libros de poesía. Algunas antologías del grupo como: “Belleza obliga” (2004); “Derrota no” (2005) y “El día más parecido” (2008). Paralelamente a la edición de miembros del grupo, Pan Comido apostó también por otros poetas que no pertenecían al colectivo. Así, por ejemplo, Liliana Lukin (“Cortar por lo sano”), Leticia Ressia (“La selva oscura”), Alejandro Schmidt (“La impropiedad”), Marcelo Dughetti (“Sioux”), y ahora, junto con el de Comamala, “El animal no domesticado” de Laura García del Castaño.  Pan Comido editó, de entre sus filas, a Juan Stahli (“Hablar lo suficiente, trabajar lo necesario”), Ceferino Lisboa (“La vida que se conoce”), Fernando Bellino (“Crías nuevas”), Fabricio Devalis (“Anatomía”).

Ahora le toca el turno a Alexis Comamala, con su libro “La noticia es el diluvio”. 35 poemas que Comamala hilvana con el telón de fondo del diluvio. En este caso, me atrevería a decir que es un diluvio original y hasta personal. La mirada sobre el diluvio que es propio y ajeno al mismo tiempo. El libro comienza con un poema por demás sugerente: “espera la tierra la lluvia / sin saber que el diluvio / la dejará baldía”. No sabría yo decir si hay aquí un pequeño homenaje a Eliot, pero ciertamente creo que es una buena manera de empezar un libro de poemas. Todo está allí. Como si en esos primeros tres versos del poeta Comamala, se concentraran potencialmente todas las virtudes que el lector irá degustando en el libro. La espera, la sed y la destrucción hasta la vaciedad. Porque los diluvios si bien destruyen, anuncian una nueva generación, un nuevo rebrotar de la vida.

Común a todas las culturas, desde Gilgamesh y Noé, el diluvio se lee como castigo, pero también ese aniquilamiento es predecesor de un nuevo modo de vida. Tan común a todas las culturas, el diluvio, viene a ser una imagen mitológica que, en su función etiológica, pretende explicar el presente, las causas de la destrucción. Ir hacia atrás pero para entender el hoy de las cosas. Los mitos guaraníes también hablaban del diluvio. Por eso digo que no es tan necesario irnos hacia las regiones mesopotámicas o bíblicas. En el “Ayvu Rapyta”, el libro sagrado de los cantos guaraníes que recopiló León Cadogán, está el capítulo VI, en el que aparece el diluvio desde la primera línea: “Los habitantes de la primera tierra / ya han alcanzado todos el estado de indestructibilidad”.

¿Habremos nosotros alcanzado el estado de indestructibilidad? ¿O, por el contrario, nos hallamos en camino hacia una destrucción planetaria, como lo atestiguan algunos ambientalistas o películas de culto, como “Melancolía”, de Lars Von Trier? “El universo acabó / solo quedan cenizas / y es hora de que llueva / que lo ilimitado se apague”. ¿Quedaremos baldíos, como la tierra de inicio que dice Alexis Comamala? No se trata de hablar, “no sé de lo que hablo”, para Alexis Comamala, se trata de mirar: “escribir es mirar y estar muerto por horas”.

Creo que asistimos también a un diluvio interior. Un diluvio que nos crece desde dentro. Un diluvio que hace crecer el miedo. El acabarse de las cosas, el acabarse del mundo personal, la muerte. La muerte gradual de las cosas: “entonces nos va entrando esa noche / donde todo es ajeno”. Creo que es allí, en la intemperie de la noche diluvial, donde el poeta puede encontrase a sí mismo. El diluvio, como noticia, nos devuelve la desnudez propia, nos enfrenta con nuestra propia cara. La tierra baldía, el páramo nos devuelve a nuestro propio sustento. No hay dónde sostenerse. Es necesario sostener la sed: “necesito esta noche como anzuelo / salgo a la intemperie a buscarme / estoy atado al último árbol en pie / la noticia es el diluvio / de cuajo el tronco divaga / la nave es diminuta / frágil / tenue / leve / mis huesos”. Vale la pena entrar en la poesía de Alexis Comamala. Sin artificialidades, sin énfasis innecesarios, “La noticia es el diluvio”, posee un lenguaje claro, humilde y bello como la noche anunciadora de las aguas que caen.


Pan Comido en Buenos Aires presentando su Colección de Poesía Música del Lugar



Pan Comido en Buenos Aires
presentando su Colección de Poesía Música del Lugar

Viernes 13 de junio de 2014 | 19 horas | En el Museo del Libro y de la Lengua -Las Heras 2555-
Presentan: Liliana Lukin y Luis Benítez
Música en vivo con El Monte

Realización audiovisual: Laura Gomez
Producción: Juan Manuel Stahli
Música: El Monte

Promoción lanzamiento de los dos nuevos libros colección Música del Lugar


COMPRA ANTICIPADA de los BONOS PRE-VENTA 
de los dos nuevos libros
de la colección Música del Lugar.
Precio promocional, los dos por $ 100.-




Este aporte, este adelanto nos hace seguir editando libros de poesía sin que el autor tenga que poner el dinero para que la edición se lleve acabo.

Gracias a la venta anticipada, a la solvencia de la Gráfica Veintinueve de Mayo y a los lectores que apuestan, seguimos adelante. Editamos 500 ejemplares de cada titulo que hemos sacado.





Editan PAN COMIDO y GRÁFICA 29 DE MAYO

La entrega se realizara en la presentación en junio de 2014.